El “robo de identidad” es el
concepto que se utiliza en Estados
Unidos para definir la “usurpación de identidad”.
El “robo de identidad” se está
abriendo paso como acepción popular, aunque desde un punto de vista conceptual
resulta mucho menos preciso que el de “usurpación de identidad”
En el Código Penal español no
existe la figura delictiva con el nombre de “usurpación de identidad”, sino la
de “usurpación del estado civil”, que es un delito castigado en el Art. 401 con penas de prisión
de seis meses a tres años.
Conceptualmente, por tanto, “identidad”
y “estado civil” serían figuras similares,
y se les puede aplicar la definición que para la identidad tiene la Real Academia
Española: “Conjunto de rasgos propios de
un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás”.
Los “rasgos propios” de una
persona física son cualidades diversas,
algunas permanentes y otras variables, como el nombre y los apellidos, la
filiación o nombre de los padres, el sexo, la fecha de nacimiento, el lugar de
nacimiento, la nacionalidad, el domicilio, la situación de soltero, casado,
viudo o divorciado, la imagen, así como aquellos otros datos que el Estado le da para diferenciarla de las demás, como el número de identificación que
queda íntimamente unido a las cualidades
personalísimas señaladas anteriormente.
Todos estos datos conforman el “estado civil” oficial de las personas y, por tanto,
su identidad jurídica, que algunos denominan también “identidad analógica”.
Pero las personas físicas y
jurídicas, a lo largo de sus vidas, van
enriqueciendo sus identidades analógicas
mediante sus actos, dotándolas de nuevos “rasgos personalísimos” que completarán
sus identidades analógicas, conformando así nuevas identidades ampliadas que iremos
analizando en otras entradas de este Blog.
Estos nuevos “rasgos
personalísimos” que generan los
ciudadanos con su acción, conformarán sus
respectivas reputaciones, que desde un punto de vista jurídico se
traducirán en el honor de cada una de ellas.
La “reputación” o el “honor”, por
tanto, constituyen la construcción social y económica que cada
persona va creando sobre sí misma a lo largo de su vida y que termina teniendo
efectos positivos y negativos en su existencia,
porque conlleva una profunda
connotación pública.
Todas las personas, por muy
sencillas que hayan sido en sus conocimientos, han tenido profundamente
asumidos los conceptos de identidad, fama y
honra en cualquier etapa histórica, lo que puede comprobarse en la literatura,
en el cine, en los sucesos históricos y en los tratados jurídicos.
Concretamente en la Constitución Española estos conceptos constituyen, junto
con otros, el derecho fundamental al honor, a la intimidad personal y familiar
y a la propia imagen.
Centrándonos ahora en la
actividad económica, las personas físicas y jurídicas interactúan a distancia en
los mercados porque poseen una identidad que sirve para diferenciarlas y, porque pueden presentar ante los diferentes
agentes que intervienen en los mercados, una reputación,
modificable en el tiempo, que las hace
merecedoras de un determinado crédito.
Cuando los delincuentes usurpan
las identidades de las personas para defraudar dentro de sistema financiero y
comercial, no solamente están cometiendo delitos patrimoniales contras las
empresas estafadas, sino que están modificando con estos actos delictivos el
buen nombre y la reputación de los verdaderos titulares de las identidades
robadas.
Pero el “robo de identidad” no sólo sirve para perjudicar a las personas
en sus relaciones económicas, sino que también se utiliza para perjudicarlas, difamarlas, o manchar su “reputación social”.
El “robo de identidad” es el
delito que está adquiriendo un crecimiento más rápido en el mundo, y su expansión
se debe a que los ciudadanos no están tomando las medidas necesarias para protegerla.
Aún no se tiene la conciencia generalizada
del valor de la identidad para la individualización de las personas y para su participación
activa en la vida social y económica, y para
ello pongo dos ejemplos:
No hacemos caso, en muchas
ocasiones, del riesgo que supone la
pérdida o sustracción de los documentos oficiales de identificación, que son
los que conforman nuestra identidad jurídica o “estado civil oficial”,
limitándonos a reponerlos en las oficinas de Estado, sin preocuparnos de que las documentaciones
que se pierden o se sustraen pueden ser
utilizadas por los delincuentes para sus actividades fraudulentas. Existen mercados
ilegales de documentos oficiales de identificación en todo el mundo.
No nos damos cuenta que los
documentos oficiales de identificación, constituyen las llaves maestras y
personalísimas que tienen los ciudadanos para poder operar en la actividad
financiera y comercial, y son las que permiten crear posteriormente otras
llaves secundarias (claves de acceso) en las plataformas tecnológicas que se
utilizan en la actividad económica, o para disponer de las tarjetas de crédito
y débito y restantes medios de pago. La utilización responsable de estas llaves
(maestras y secundarias) va creando la
buena reputación de los ciudadanos dentro del sector financiero y comercial.
Otro ejemplo de la inconsciencia
que muchos ciudadanos tienen respecto a la protección de su identidad, podemos
verlo en la facilidad con la que introducen sus datos identificativos, sus
fotos, su vida personal y sus aficiones en las redes sociales sin preocuparse
de controlar su difusión, y lo que es peor, el poco cuidado que se tiene socialmente,
en enseñar a los menores de edad para que utilicen estas redes sociales con responsabilidad.
Uno de los riesgos más importantes
que tiene Internet, nace del hecho de que las personas van creando sobre la Red su
“reputación social” por la propia dinámica del progreso. Todos vamos teniendo
irremediablemente una existencia virtual junto a la real, y en la existencia
virtual estamos dejando mucha información que puede ser utilizada por los
que quieran hacernos daño desde cualquier parte del mundo. Los niños y jóvenes
son los que pueden ser los más perjudicados en este proceso, porque en algunos
casos llevan años creando su propia “reputación social” en Internet sin ninguna
ayuda de los mayores y, sin la experiencia necesaria para saber preservar su
identidad frente al robo.
Nuestra identidad constituye nuestro
“yo social” al que vamos uniendo poco a poco, con nuestros actos, la reputación
con la que vamos a ser valorados
social y económicamente. Es por ello por lo que debemos darle toda la atención
que merece y evitar que nos pueda ser robada.